¡Deerhoof al rescate!

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Cocinando (es un decir) al ritmo de «Super Duper Rescue Heads!» lo último de Deerhoof.  Y tentado a bailar conmigo mismo y la cuchara de palo al ver el vídeo, cortesía de Pitchfork TV. En él, Satomi brilla y el resto del grupo brilla por su ausencia.

El mundillo indie lleva años colgando una bola de espejos de discoteca de Torremolinos sobre sus discos. Es curioso que Deerhoof lleguen tan tarde a la electrónica, pero lo hacen con ademán heroico, para corregir los errores de otros. Al rescate.

Deerhoof…  Por segunda vez en la historia de este blog, se me enfrían las lentejas, literalmente, así que me vais a perdonar si me cito a mí mismo (nadie lo hace, por otro lado; una forma de autocomplacencia):

Corrección política aparte, el rock multicultural tiene un algo diferente. Alguien que llega y con su mera presencia le da personalidad… 1992, Greg Saunier sale del conservatorio y monta un grupo de siete u ocho personas. Al poco tiempo, dicho grupo se desparrama y solo quedan dos. Para maquillar la falta de instrumentos, deciden complicar la música, introduciendo múltiples cambios de ritmo. Además, suben el volumen hasta que el ruido hace que suenen como una orquesta accidental. A mediados de los 90 Deerhoof es un nombre de culto. Aunque les falta algo. No solo un disco.

Es entonces cuando conocen a Satomi Matsuzaki, una japonesa recién llegada de Tokio para estudiar en la escuela de cine de Los Ángeles. Satomi es todo lo que no son ellos: no sabe cantar ni tocar instrumentos, y por no saber no sabe ni inglés. Pero compone canciones y compensa el virtuosismo de los otros con un toque infantil y naïve. La amenaza de ser etiquetados como “intelectuales” (en el rock ‘n’ roll las letras están muy mal vistas) desaparece de inmediato y Deerhoof se convierte en un grupo divertido, con fama de friki. De dos pasan a tres, de tres a dos, luego a tres, y de tres a cuatro: Saunier, Matsuzaki, John Dieterich y Ed Rodriguez.  En directo son la bomba.

Es un adelanto de su inminente nuevo disco, Deerhoof vs. Evil, que sale a la venta el 25 de este mes y que ya puedes encargar a través de Polyvinyl Records. Siguiendo el mismo enlace, puedes bajarte gratis una de las canciones.

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Más enlaces:

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Fronteras fluidas: Deerhoof

Corrección política aparte, el rock multicultural tiene un algo diferente. Alguien que llega y con su mera presencia le da personalidad. Deerhoof. Si aún no los conoces, su historia es Wikipedia-ble (?): San Francisco, 1992, Greg Saunier sale del conservatorio y monta un grupo de siete u ocho personas. Al poco tiempo, dicho grupo se desparrama y sólo quedan dos. Para maquillar la falta de instrumentos, deciden complicar la música, introduciendo múltiples cambios de ritmo. Además, suben el volumen hasta que el ruido hace que suenen como una orquesta desafinada. A mediados de los 90 Deerhoof es un nombre de culto (un precedente de los White Stripes) pero les falta algo. No sólo un disco.

Es entonces cuando conocen a Satomi Matsuzaki, una japonesa recién llegada de Tokio para estudiar en la escuela de cine de Los Ángeles. Satomi es todo lo que no son ellos: no sabe cantar ni tocar instrumentos, y por no saber no sabe ni inglés. Pero compone canciones y compensa el virtuosismo de los otros con un toque infantil y naïve. La amenaza de ser etiquetados como «intelectuales» (en el rock ‘n’ roll las letras están muy mal vistas) desaparece de inmediato y Deerhoof se convierte en un grupo divertido, con fama de friki. De dos pasan a tres, de tres a dos, luego a tres, y de tres a cuatro: Saunier, Matsuzaki, John Dieterich y Ed Rodriguez.  En directo son la bomba.

Lo menos divertido que han hecho es la gira con Xiu Xiu, la pasada primavera, en la que tocaron el Unknown Pleasures de Joy Division… entero… Y aún así el ambiente era festivo. Es decir, por lo que he leído, entre tanto jersey de cuello vuelto hubo quien bailó y todo. Lo dicho: la bomba.

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