Shibuya-kei (1): Pizzicato Five -The Audrey Hepburn Complex

En Akane Indie no solemos pensar en la ética, pero nos preocupa mucho la estética. Así, aunque desconocemos o ignoramos los problemas del mundo, tenemos un gusto exquisito. Por eso dedicaremos varias entradas a uno de los movimientos más escapistas de la historia de la música pop: el Shibuya kei o «estilo Shibuya». Nada mejor que empezar con el más conocido de todos los grupos, Pizzicato Five, y con la más conocida de todas las canciones, «Twiggy Twiggy»:

El arte por el arte. Evocar la cultura de principios de los 60 a finales de los 80 (dos épocas de prosperidad y exceso) es un desafío a las leyes del sentido común.  Frívola nostalgia. El título del primer disco, The Audrey Hepburn Complex (1985), define a Pizzicato Five a la perfección. Lo más curioso es que triunfaron en los años 90, cuando Japón abandonaba la euforia de los 80 y caía en depresión post-orgásmica, mientras que en Europa y los Estados Unidos las hombreras y las permanentes dejaban paso al grunge, la Generación X y las ONGs. Así que, dentro de la comunidad indie, hubo mucho rechazo al hedonismo del Shibuya kei. Pero el malestar no era más que una moda pasajera. El lujo viene y va. La crisis pasó, volvió la prosperidad, pasó la prosperidad, la crisis volvió. Poco importa. Además, incluso quienes adoraban a Kurt Cobain y a su desaseo personal dejaban de parpadear cuando veían a Maki Nomiya en la MTV.

Pizzicato Five buscaban el cóctel perfecto, y en dieciséis años y treinta discos de historia, tuvieron tiempo y espacio de probarlo casi todo. Aunque siempre se colocaron a la sombra de Audrey Hepburn… Hepburn y Twiggy, James Bond, el mod, la nouvelle vague… Con la notable excepción de la psicodelia, los años sesenta:

Y una herencia fundamental: la bossa nova según Caetano Veloso, que también vivió un gran momento en esa década  y que regresaría hacia 1990, como accesorio acústico sensual. Además, hay un ingrediente muy japonés en todo ello: el kitsch, que en Europa nos da un poco de vergüenza aunque no podamos dejar de reconocer lo bien que lo practican en el país del sol naciente. El kitsch (acaso camp) vino a decir que Pizzicato Five no se tomaban a sí mismos demasiado en serio, lo cual hizo de éste un grupo antiguo pero no anticuado, fresco, sin el acartonamiento de la «clase alta» a la que imitaban. A esta mezcla le ayudó el descubrimiento del samplingcortar lo mejor de otras canciones y pegarlo en las propias. Entonces muchos lo consideraban una forma de plagio y una prueba de la falta de creatividad generalizada; hoy se sabe que fue una revolución musical:  Beck, Fatboy Slim, Daft Punk y Pizzicato Five lo practicaron a discreción (todos sus éxitos son samples) y pertenecen a la misma generación artística.

La fórmula funcionó muy bien en América y en el Viejo Continente. Algo extraño ya que uno de los sambenitos de la cultura pop japonesa es su supuesta falta de «autenticidad». En occidente solemos pensar que al abandonar los estereotipos (el manga, los robots y lo friki en general) los nipones sólo producen versiones equivocadas de nosotros mismos. Hay mucho paternalismo en esta creencia, ya que por aquí nos copiamos los unos a los otros: Mick Jagger, más inglés que Dickens, canta con acento de Tennessee… y Brandon Flowers, del mismo Las Vegas pero fanático de los Smiths, canta como si hubiera nacido en Manchester. Y de cómo copian los grupos españoles a los ingleses y americanos, mejor no hablamos. Por nuestra falta de comprensión y paciencia, grupos que no son «típicamente japoneses» como X Japan (hair metal made in Japan) han vendido 20 millones de discos allí, pero aquí nadie los conoce.  En fin, esto no ha pasado con el Shibuya kei, y sobre todo no ha pasado con Pizzicato Five, a quienes tanto los no japanófilos como los no melómanos han escuchado alguna vez.

Pizzicato Five se disolvieron en 2001, en la cúspide de su carrera. Atrás quedó el Shibuya kei, nacido en el barrio tokiota de ese nombre, y hoy queda su amplia herencia internacional. Lo que hace Dimitri From Paris, por citar un caso, no se llama «retro» ni «New-nouvelle vague» ni «años 60» ni «estilo beat», sino Shibuya kei. Dentro de Japón, entre 1990 y 2000 cientos de grupos lanzaron discos al mercado siguiendo los pasos de Pizzicato Five. Y ha habido revivals. De unos y otros os hablaremos estos días. Sin embargo, por raro que parezca, hoy es difícil encontrar bandas o solistas que tengan «el complejo de Audrey Hepburn».

Esto es así, creo yo, porque la industria musical ha cambiado. Quienes se quieren parecer a Maki Nomiya son inmediatamente atraídas a la vorágine del Oricon (los 4o Principales de Japón), donde pierden lustre. Un buen ejemplo de lo que digo es Karia Nomoto, una versión delgada (!) de Nomiya. En segundo lugar, la bossa nova ha sido reinterpretada en infinidad de temas aguados o easy listening, que sólo sirven para sonar en los ascensores, en los hospitales y en los peores recopilatorios de música chill out. Otra vertiente ha sido el techno, que no sale de las discotecas, y la música instrumental hecha por DJ’s, que en casos como el de Qypthone es muy interesante. Pero todos ellos toman prestadas imágenes directamente de 1963 o hacen uso de modelos y diseñadores para evocar el glamour de la época en sus vídeos y portadas. Falta quizás algo de carisma.

A decir verdad, también en los noventa las copias exactas de Pizzicato Five escaseaban. Y es que el Shibuya kei es muy variopinto, cada grupo tenía su estilo. El mérito de este movimiento es haber conquistado las listas de éxitos sin dejar de ser maravillosamente cool.

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