Live House: notas desde el sótano

El año pasado se presentó un documental sobre el funcionamiento de los locales de conciertos en Japón. El asunto no es tan tedioso como suena, y seguro que dicho documental es interesante. Como en tantos otros aspectos, en lo que a música independiente en vivo se refiere el país nipón tiene su propia forma de hacer las cosas.

Los live houses son instituciones profundamente arraigadas en la cultura underground japonesa. Se remontan a la escena punk de mediados de los 70, cuando varios cafés músicales (en boga desde la década anterior) en los que ocasionalmente se celebraban conciertos se convirtieron en locales de música a tiempo completo, sin mesas ni sillas ni otro propósito que el concierto de cada noche. La inspiración la encontraron en lugares de sombra neoyorquinos como el CBGB, cuna artística de Ramones y Blondie entre otros. Aunque suene obvio, este cambio supuso una pequeña revolución, ya que nunca antes -ni en Tokio ni en Nueva York- había existido la posibilidad de disfrutar de un directo en un lugar cerrado, sin sentarse a tomar algo civilizadamente. El concepto dio lugar al apelotonamiento, una forma novedosa de comunión, y a posibilidades diabólicas como el stage dive y el mosh pit, que tampoco existían antes del punk.

Esta cultura subterránea floreció en Japón como en ningún otro país del mundo. Hoy se cuentan alrededor de 1000 (mil) live houses en el país, y tan sólo en Tokio hay en torno a cuatrocientos. Lo que los hace peculiares es su gestión: quien quiera tocar tiene que alquilar el local, no existen invitaciones, ni se toca gratis, ni se cobra por adelantado -al contrario, hay que pagar. Esto, que parece un atentado contra el patrimonio cultural digno de ser investigado por la UNESCO, crea sin embargo una escena musical vibrante. En primer lugar, los locales atraen a los grupos a diario, que literalmente les pagan el alquiler. Quien alquila el live house se asegura de no perder su inversión. A menudo, dos o tres bandas indie se ponen de acuerdo para tocar en una misma noche. Es un juego que suele ser de suma cero, y es un círculo vicioso. Las entradas, por la misma regla de tres, son bastante caras: unos 3000 yenes (25 euros o por ahí) por ver tocar a grupos sin disco, que normalmete verías en un bar por el precio de una cerveza. Pero la gente sigue yendo a los live houses cada noche, siete días a la semana. Un cálculo aproximado: dos grupos por local x cuatrocientos locales x siete noches = 5600 conciertos a la semana, sólo en Tokio.

Más info: http://www.live-house-movie.com/

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